domingo, 7 de febrero de 2010

LA FAMILIA



Autoridad y afecto
La gran aportación de estos últimos decenios ha sido la liberación de la mujer y su inserción en el mundo del trabajo, que han modificado la función del padre y de la madre en el seno de la familia. Así, la autoridad y el afecto ya no son exclusivos ni del uno ni del otro. La autoridad, que debería entenderse sólo como indicadora de límites referenciales que ayuden al hijo en la evolución de su libertad y la adquisición de su autonomía, proviene actualmente del padre y de la madre. Y. asimismo, el afecto es ofrecido por ambos.
Este trasvase de funciones es impulsado por las distintas responsabilidades que el hombre y la mujer tienen en la sociedad actual. El trabajo de la mujer fuera de casa conlleva el compartir a menudo, entre los dos miembros de la pareja, las tareas y responsabilidades del hogar. Cuando el padre juega con el hijo, le da el biberón o le baña establece con él una relación más afectiva que autoritaria. Por otra parte, el trabajo de la madre le confiere una autonomía y una autoridad que antes no tenía.
A veces, los padres se ven obligados, por falta de otros recursos, a utilizar castigos y premios. El castigo es utilizado para corregir al niño sus conductas negativas. En muchas ocasiones, sin embargo, es impuesto como represalia, como muestra de la impotencia del adulto frente al comportamiento del niño. En este caso, el castigo genera, sin duda, culpabilidad y agresividad.
Da mejores resultados, y no daña la relación con los hijos, la actitud de escuchar al niño, dialogar y razonar con él, estimular la superación de sus fallas, concederle un margen de confianza, conseguir mediante el afecto un progresivo cambio en su conducta. En todo caso, si se impone una sanción, ésta debe ser coherente con la falta, ha de tener un sentido que el niño comprenda y debe evitarse siempre el resentimiento.
Los premios, pensados en principio para estimular al niño, pierden con frecuencia este carácter de estímulo y se convierten para él en el único objetivo a conseguir. El interés se centra entonces en el premio como fin y no en la actividad misma.


La evolución de la familia
La historia de la humanidad ha establecido en todas las civilizaciones unas pautas de relación entre padres e hijos, que han ido evolucionando con los cambios estructurales que se suceden en cada cultura. Los vínculos familiares han sido considerados, desde hace siglos, como la base para un buen orden político-social. Y estos vínculos han tenido un esquema propio en las modernas sociedades: la jerarquía familiar, con la incuestionada autoridad del cabeza de familia, el padre.
Actualmente se habla de una crisis de valores, de una crisis de la institución familiar. ¿Es eso cierto? ¿Qué ha sucedido realmente? Los cambios económico-sociales originados por la urbanización y la industrialización —junto con la evolución de la ciencia y de la moral— han generado nuevas formas de vida que han alterado tanto las relaciones en el seno de la familia como el rol de ésta en la sociedad. Hoy en día se está a años-luz de aquella comunidad patriarcal y rural, que fue modelo arquetípico durante siglos. Y, sin embargo, parece cierto que no se ha encontrado alternativa alguna al papel desempeñado por la familia; de ahí que no pueda sustituirse de ningún modo la labor del padre o de la madre.

CARACTERISTICA DE LA HIPERACTIVIDAD


Hay una característica que es muy importante para conocer e interpretar adecuadamente a estos niños: su comportamiento no es igual en todas las situaciones. Por ejemplo, es típico que los padres digan:”no presta atención en la escuela, ni puede quedarse quieto en una clase, pero cuando juega con los video-juegos o cuando mira TV, bien que se concentra”. Esto tiene una explicación clara: estos niños corrigen su dificultad en situaciones muy novedosas o con estímulos muy fuertes y en situaciones “uno a uno ” como son la de estar frente a una pantalla. Las situaciones más problemáticas son las grupales, las repetitivas, las muy conocidas y las poco interesantes porque los estímulos son muy débiles para lograr mantener la atención en un niño con déficit atencional.
Asociado a estas características está la dificultad para seguir reglas. Los niños con DA/H tienen dificultades para seguir instrucciones paso a paso, particularmente cuando no tienen supervisión. Esto no es debido a que no entiendan el lenguaje ni es porque sean rebeldes. Sencillamente parece que las instrucciones verbales no pueden regular fácilmente su conducta.
Todo esto trae como consecuencia que generalmente no tengan buenas estrategias de trabajo y que les cueste mucho organizarse para hacer algo.
Estos niños típicamente tienen amplias variaciones en la calidad y en la velocidad con la cual hacen las tareas asignadas. Esto hace que tengan un rendimiento
escolar muy variable, y que los padres y maestros se confundan ya que hay días en que lo saben todo y días en que no saben nada.
Un grupo considerable de estos niños tiene, además, alguna dificultad específica en el aprendizaje -dislexia, por ejemplo-, o dificultades psicomotrices o del lenguaje. A estas características típicas del síndrome, tenemos que agregar otras que surgen como consecuencia de su experiencia en la vida. Son las consecuencias emocionales negativas (tristeza, baja autoestima) que resultan de la comprensible reacción del entorno hacia ellos. Recordemos que son niños que rinden muy por debajo de sus posibilidades en la escuela, que suelen ser una distorsión en el grupo, que no son muy aceptados por los pares, que son atropellados y a veces torpes por lo cual no son infrecuentes los accidentes, que pierden sus útiles, que son desorganizados y desprolijos y que, a veces, les cuesta especialmente escribir y leer. No es difícil suponer entonces que estos niños suelen ser muy señalados por los adultos vayan donde vayan, son rezongados, nombrados, puestos en penitencia y rápidamente adquieren fama de terribles. Toda esta realidad, sumada a las repetidas experiencias de fracaso hace que el entorno sufra mucho, pero sin duda quien más sufre es el niño.